Cuando hablamos de legalización del cannabis, estamos diciendo que legalmente se le deje en el mismo estado que se encuentra el alcohol y el tabaco, los cuales están sujetos a algún tipo de “regulación”, aunque en la práctica hay altísimas cifras de consumo de alcohol y tabaco. De esta manera, regular es un gran verbo, pero es muy difícil de implementar.
El cannabis para fines médicos y recreativos se ha legalizado en varios países, y los médicos son consultados con bastante frecuencia sobre sus efectos adversos y sobre los beneficios que tiene el cannabis sobre la salud.
Se consideran productos para fines medicinales aquellos fitofármacos con altos niveles de CBD – THC. La FDA ha permitido tratar alrededor de 125 niños con epilepsia refractaria con productos derivados del cannabis y actualmente se están uniendo pacientes para estudios multicéntricos internacionales tanto en epilepsia refractaria como en otras dolencias.
El cannabis se ha empleado sin información científica suficiente para tratar glaucoma, asma, cáncer, anorexia en enfermedades crónicas, migraña, insomnio, náuseas, vómitos asociados a quimioterapia, espasticidad en esclerosis múltiple, neuropatías periféricas y otros trastornos neuromusculares.
En el país del sur, Chile, se ha generado una gran controversia, por la iniciativa de legalizar el consumo “medicinal, recreativo y sacramental del cannabis y otras especies vegetales y fungis con efecto psicoactivo”. No es casualidad que la comunidad científica médica nacional de este país se haya pronunciado en contra. En Chile, el consumo personal no está penalizado, como sí ocurre en la mayor parte del mundo, entonces cuesta entender los esfuerzos que se hacen para liberar aún más su uso. El espíritu del legislador que presentó el proyecto de ley, contemplaba al consumidor como paciente, sin criminalizar el hecho de que sea para consumo personal y privado.
Históricamente, las medidas de salud pública han tenido un efecto sobre la salud de las poblaciones de todo el mundo. La esperanza de vida se ha incrementado en forma espectacular en gran medida por la aplicación de medidas de salud pública que están encaminadas a mejorar el saneamiento, reducir la contaminación ambiental y prevenir enfermedades infecciosas y transmisibles.
Sin embargo, aún cuando han disminuido las epidemias de enfermedades infecciosas y transmisibles, ha crecido en importancia los riesgos para la salud asociados con los modos de vida y las enfermedades crónicas como causas de mortalidad, lesiones, enfermedad y discapacidad. Esas intervenciones subrayan la necesidad de modificar el entorno y el comportamiento individual. Las inquietudes relacionadas con la justicia, la libertad, la moralidad y otras cuestiones ajenas al campo de la salud ocupan un lugar importante en la elaboración de políticas de drogas y no debieran ser ignoradas por los expertos en salud pública.
La legalización del cannabis en Chile genera un dilema entre quienes la consumen, los cuales son principalmente jóvenes que provienen de familias de ingresos medios y altos, para quienes el cannabis no genera ningún tipo de amenaza social, no es un camino hacia la delincuencia ni tampoco es una fuente de desestabilización de sus estudios, ni de problemas familiares, pues tampoco lo consideran un riesgo para su salud y su bienestar, ellos no desean que la justicia se inmiscuya en el consumo de cannabis ni que restrinjan su uso recreacional, pues lo consideran un derecho.
